lunes, 18 de mayo de 2009

CASSETTE

Sentado sobre la alfombra se dedicó a mirar cómo funcionaba el estéreo. Miraba la tapa ahumada del radiocassette para adivinar el movimiento de ambos agujeros, con sus pequeños engranajes, sobre los que se posaba la cinta mágica.

No sabía por qué había pasado la grabación a cassette. Su amigo le había enviado toda la sesión en mp3, y ni siquiera la escuchó. Hasta que un día decidió pincharla en su ordenador con la vieja radio de su madre enfrente. Activó el play del Windows media player y el rec del radio cassette a la vez, como antaño. Y se fue de la habitación.

Días después, se sintió lo suficientemente receptivo como para sentarse en la alfombra y cambiar la cinta de aparato, a un radiocassette que presidía el despacho de su padre. Lo dejó sobre la alfombra e introdujo la ya valiosa cinta. Dio al play. Y empezó a mirar el interior.

La música sonaba lejana, como se había grabado. Y con cierta distorsión. Pero seguía siendo la sesión electrónica de su amigo. La reconocía. Se tocaba las rodillas de emoción. No fijaba la vista más allá. Una música casi orgánica, que formaba bucles en su universo de ceros y unos se fue escapando de su prisión mecánica, en ondas expansivas hacia sus oídos. Repeticiones en la música y en sus movimientos expectantes. Necesitaba adelantarse a lo que iba a pasar y a la vez quedarse siempre escuchando lo mismo, al borde de la paranoia, del automatismo. Quería explotar a base de repeticiones, pero necesitaba que la música siguiera.

No podía entender que algo tan personal pudiera ser escuchado por muchas personas a la vez en un mismo bar.

Se tumbó en la alfombra y fijó su mirada en el techo mientras seguía sintiendo.

THE SHOW MUST GO ON

Es lo único que importa en esta vida.

Nunca te irás a casa con mal sabor de boca. Nunca. Y si aún así llegas a la cocina y paladeas cierto regusto a mierda, que sea porque has hecho cosas mal, pero nunca porque has dejado de hacerlas.

Bebe.
Drógate si hace falta.
Habla, habla con todo el mundo, relaciónate hasta que tu cabeza vaya a explotar y notes que el conocimiento universal está a la vuelta de la esquina.
Conoce a alguien con tu mismo nombre.
Baila.
Registra mentalmente todo lo que haces, las impresiones que causas y lo que notas dentro de ti.

Y mañana, después de tomarte un paracetamol, escríbelo todo.

QUIERO SER COMO DALÍ


Todos deberíamos ser como Dalí.



Todos deberíamos intentar ser un poco más superficiales, un poco más intransitables, ponernos una coraza estética que impresionara a los demás, que alegrara con variedad el mundo. Deberíamos decir lo que pensamos y lo que no pensamos con tal de que fuera transgresor. Desde luego, nos esforzaríamos más al hablar, y las conversaciones se llenarían de humor: negro o surrealista, nunca facilón.



Nuestro fondo debería ser nuestro castillo, frío, oscuro, difícil de encontrar e impenetrable....Impenetrable...Solo unas pocas personas podrían llegar a conocernos.



Laura paraba a la altura de estas palabras y se sonreía. "Impenetrable e?-pensaba-de ese modo, si yo también fuese Dalí, mi vagina estaría más abierta al gran público que mi verdadera personalidad".



Laura no sabía que ella ya cumplía el gran precepto de Dalí, y que efectivamente sus partes físicas eran más accesibles que las psíquicas, y que solo algunas personas la conocían cruelmente, casi con dolor.



La narradora, que también empezaba a intuirla, decidió ponerle un sobrenombre, casi riéndose de ella. Y desde ese día, Laura fue el personaje llamado "Ávida love".

viernes, 15 de mayo de 2009

AL ALBA

Mira cómo sale el lucero del alba
amor,
mira cómo asoma.

Mira cómo sale el lucero del alba
amor.

Debo marcharme

sin parar.

Sin poder detenerme a observarte,
a regocijarme,
a descansar.

Mira cómo sale el lucero del alba
amor,
mira cómo asoma.

Llevo años caminando
sin descanso, sin cesar.

Uniendo un amante con el siguiente
y deseando más.

No puedo liarme en unas sábanas
que no son las mías.

Debo seguir
un camino
que no quiero andar.

Mira cómo sale el lucero del alba
amor,
mira cómo asoma.

Ni siquiera la llegada de la noche
me calmará
amor.

Quizá tú ya no estés aquí,
y deba seguir caminando
pensando en el día feliz
en que ya podré descansar.

Sin importar qué lucero salga
Amor.

jueves, 14 de mayo de 2009

LA PUPILA

La pupila comenzó a dilatarse a través del poco espacio que les separaba.

Espectáculo y espectador. Situación y confidente. Secreto y voyeur.

El cine no da esos momentos de morbo tan drásticos. En el teatro todo es pacto. Aquí lo único que les unía era la rendija por la que miraba y por la que ellos, de haberlo sabido, habrían podido observar la pupila dilatante, amenazada por la sorpresa.

¿Qué es lo que realmente afectó a su anatomía ocular?¿La impresión lumínica tras el apagón o la escena sin continuidad que se presentaba ante ella? Como un cuadro, en el que nada se mueve, en el que todo está quieto para que ella pudiera grabarlo en la retina.

Y de repente, el movimiento. Una alerta corporal le avisó que la escena ya estaba grabada (Ctrl.+G) y podía desviar la mirada. Todo gracias al meneo de una pelusa enorme, que pendía del cielo, y que a pesar de su suavidad hizo que uno de los personajes rematara la escena. Lanzó el martillo contra un cuadro que resultó ser una colección de mariposas. Alfileres e insectos descuartizados esparcidos por la habitación. Liberados de su jaula de cristal y corcho, se mecían muertos.

Ella aprovechó el momento para escapar, ya había saciado su curiosidad, ya comprendía las cosas, ya tenía una imagen más para sus sueños de noche de tormenta.

miércoles, 13 de mayo de 2009

HARRISONGS



Clara había heredado algo de la familia de su padre. Aparte de su pelo rizado y la colocación de sus dientes, encontraba un rasgo afín con ellos. Sabía cuando iba a bajarse su moral hasta el infraterreno, sabía cuando su cuerpo iba a rechazar el ritmo para hundirse en un letargo de autolamentación. Y lo sabía por un síntoma ineludible.

Su padre, antes de entristecer, empezaba a ver la suciedad que le rodeaba. Tocaba los platos con asco, miraba las paredes con los ojos entornados, y preguntaba a todo el mundo por si ellos también lo percibían. En esos momentos, Clara empezaba a temblar, ante la hecatombe de ver a su padre desmoronarse. Algo peor que verse en la pobreza, algo casi peor que sentirse sola, algo peor que la hormonación propia de la regla, era ver a su padre llorar.

Clara vivía en la inmundicia desde que Rubén estaba en su vida, no tenía tiempo para molestarse en limpiar, así que siempre -triste, alegre, abúlica, divertida, aburrida...- lo veía todo sucio. Su cuerpo -su cerebro- se había adaptado de otra manera para que la depresión no llegara por sorpresa. Empezaba a escuchar canciones de George Harrison.

Llevaba tres días viendo vídeos del Beatle silencioso. Algunos de los momentos más importantes de su vida se correspondían con canciones, pero nunca de George Harrison. Sin embargo, ver su figura sílfica en la pantalla del ordenador le acercaba a épocas que no había conocido y que venían llenas de nostalgia.

Mientras sale del baño en toalla escucha “My sweet lord”. A la hora de estudiar tararea “I got my mind set on you” y mientras decide si salir o no este viernes terrorífico en el que no sabe si emborracharse, oye “All those years ago”, llorando por los amigos muertos que nunca tuvo.

martes, 12 de mayo de 2009

CONFIESO MI AMOR

Estoy enamorada de Juan José Millás. Sus mundos concéntricos, sus reflexiones a medio camino entre la metafísica y la reflexión infantil me subyugan, entretienen y distraen del letargo ápático en el que estaba cayendo de nuevo y que a la larga se convertiría en otra juerga salvaje de sábado por la noche.
Yo, que solo sé crear un personaje, un alter ego de la escritora de pacotilla que soy, me maravillo de que Millás aun no haya caído en la tentación idiota de convertirse a sí mismo en personaje, que mueva sus títeres poco caracterizados pero muy interiorizados por un mundo de ilusión e impresiones.
Su figura se enmarca salvajemente cuando aparece por la puerta del aula donde dará la conferencia. Las líneas- siempre rectas- que definen su silueta son decididas, como las de un dibujo para diseñar un traje de chaqueta ochentero. Son líneas trazadas después de 60 años de hambre, dudas, pérdida de ilusiones, amores frustrados...que le da a sí mismo la certeza de saber lo que es y lo que no es, y a los demás la esperanza de que el triunfo es posible.

lunes, 11 de mayo de 2009

LA MENTIRA DE PAPÁ


Ya estábamos acostumbradas a las mentiras de papá. Lejos de aburrirnos o avergonzarnos, aquellas engañifas hacían más emocionante nuestro día a día.

Por eso no aceptamos una verdad como respuesta cuando llegó a casa y dijo que en la ría había aparecido una hermosa y oronda foca, que estaba allí porque se había perdido y que no tenía pinta de marcharse. Rosa y yo nos reímos y le dijimos lo de siempre: “¡Anda ya papá!”

Eso no impidió que esa noche me durmiera imaginando una gran foca, de un tono verdoso, dando palmas a los paseantes, mientras estos le reían las gracias...

A la mañana siguiente me quedé en casa ayudando a mamá, pues mi hermana tenía recados que hacer. Nos resultó extraño su retraso, pero lo atribuimos a un encuentro fortuito con alguna de sus amigas. “Estará dando la parpayuela con alguien” sentenció mamá.

Su entrada fue estrepitosa. “Mamá, Lucía, vengo de la calle, me he encontrado a unas amigas y resulta ¡que la mentira de papá era verdad!”

Me asombré más de que papá hubiera dicho la verdad que del incidente de la foca, pero esa tarde, como la mayoría de los niños, fui a la ría. Allí estaba el animal, cerca del paseo, entrando y saliendo del agua, tan brillante, deleitando a su público.

La foca acabó por abandonarnos, supongo que por un lugar más grande y limpio. Pero los habitantes de la villa no quisieron, se resistieron a olvidarla. Desde entonces hay una estatua en el parque que representa una foquita, casi tan hermosa como la original. Y en su base el musgo se pega a la piel del mamífero, haciendo más realista mi sueño.

CADA MAÑANA



Cada mañana amanece, legañosa, odiando al mundo que la obliga a levantarse a las ocho. ¡Dios mío, qué horror! Sabía que la última cerveza del día anterior iba a ser mortal. En una asociación estúpida de ideas recuerda la canción de Fangoria “La mortal gelatina de limón”. Sonríe, pero reta al día y piensa que tendrá que pasar algo más divertido antes de llegar al trabajo para que su día sea perfecto.


Camina hacia su oficina, acelerando el paso, con la barbilla levantada, gesto orgulloso y felino, porque le gusta que el aire le dé en el cuello. Gira la esquina que da a la plaza que todo paseante ha de cruzar para llegar a cualquier parte de la ciudad. Y de repente ¡zas! como un relámpago, se cruza con el chico de la bicicleta, acciona sus tobillos con maestría y aún puede ver su cara, completamente volteada mirándola. Sonríe. Le da una tregua al día y promete ser feliz durante veinticuatro horas.


Nuevamente, Gala está en la cama, y vuelven a dar las ocho, se mete en la ducha. ¡Mierda! No ha puesto el café a calentar, esto vaticina un día horrible. Se viste corriendo y promete que intentará arreglar su día desayunando en una cafetería, que es lo que más le gusta en el mundo.
No es tonta aunque se engañe a sí misma, y decide tomarlo casualmente en la plaza por donde pasa todos los días, con sus rodillas mirando a la cristalera que da a la calle. Se eleva en la silla, estira hoy también el cuello, pero para ver mejor, comienza a estirarse…y se cae de la banqueta, con el café en la mano. No será un día amargo, porque toda esa operación era para ver al chico de la bici, que pasaba desorientado por la plaza.


Se disculpa a la mañana siguiente diciéndose a sí misma que nunca se volverá a esconder de él, que lo de las mañanas es sagrado y que si una rutina es tan buena, tan sana y le hace sentir tan bien, una mierda de café no la va a desviar de su camino matutino. Cuando se cruza con el chico de la bici sonríe con su boca llena de dientes, odiándose por dentro porque ha sido demasiado exagerada. Pasa toda la tarde recriminándose el gesto y pensando que tal vez esté loca, porque no es normal acordarse durante todo el día de alguien a quien no conoce.


Hoy se ha levantado recordando los reproches que se hacía a sí misma ayer y le ha costado meterse en la ducha. Al salir de entre el vapor, ha intentado pensar por dónde puede ir al trabajo para no cruzarse con el chico de la bici. ¡Mierda! No hay un rumbo alternativo, y ya es tarde. Se viste corriendo y sale a la calle. No estira el cuello, mira sus pies, aferrándose al mundo real, alejando de su cabeza ensoñaciones amorosas. El chico pasa, ella ve sus ruedas, se niega a mirar. Él insiste, dando un timbrazo en su oreja derecha.


Por la tarde no va a trabajar, está triste porque su vida es aburrida, y se sienta en la terraza de un bar a merendar mientras lee el periódico. Alguien se acerca. Suplica a dios, con el que rompió relaciones hace años aunque le siga invocando, que no sea una madre con sus hijos gritones. Duda de la omnipotencia de dios y va dejando el dinero en la bandeja. Los pasos se paran. Es un chico, que le suena. ¡Es él! Pero sin bicicleta, por eso no podía reconocerlo. Él, más avergonzado aún, le da una nota.-Gracias.-Nad… nada. Adiós.-Hasta mañana.


Gala se levanta y le mira alejarse. A lo mejor la rutina no está tan mal, depende de lo que ponga la nota.

viernes, 8 de mayo de 2009

EL OBJETIVO

Le encantaba posar para ella. Ponerse delante de la cámara, que alguien la eligiera para estar ante un objetivo era algo que halagaba, por supuesto, y además la petición de su amiga hacía que su ego creciese, hasta convertirse en esa pequeña diva que llevaba dentro. Durante unos segundos retomaba postura imposibles, miraba fijamente al objetivo y pensaba en lo grande que llegaría a ser algún día su existencia.

Su amiga sonreía ante sus histrionismos, la dejaba hacer, con la confianza de que, en un momento dado, bajaría la guardia y ella podría sacar a la verdadera Laura que llevaba dentro. Sabía que con ella la sesión debía ser así, doble, por un lado hollywoodiense y por otro a la expectativa del momento íntimo.

Laura no quería abrirse, por dos razones. La primera, porque siempre que lo había hecho la habían dejado tirada. La segunda, porque se odiaba.

jueves, 7 de mayo de 2009

DOLOR


Voy a probar a tocar la bombilla.

No, en serio, voy a tocarla.

Es puro interés científico.

De un tiempo a esta parte no noto el dolor.

De verdad, no lo noto.

Sobre todo en las manos.

No sé por qué.

Hace unos días descubrí que había sumergido el dedo en aceite hirviendo, y, lejos de dolerme, no lo aparté de la sartén hasta que noté burbujear la piel. En ese momento me asusté, como una respuesta casi racional a lo sucedido. Puse mi dedo debajo del agua fría y miré con rencor las empanadillas que estaba friendo. No sé si fueron imaginaciones mías, pero el aire empezó a oler diferente. Intento pensar en el dolor y no lo recuerdo, solo recuerdo que mientras cocinaba pensaba en mis problemas para llegar a final de mes.

El otro día me corté la yema de otro dedo transversalmente. Irónicamente diré que borré mi identidad mientras cortaba un tomate. Me pasó por no mirar, por posar mis ojos en el infinito del azulejo. Recuerdo aquel como un día muy cansado, muy ajetreado, en el que acabé cortándome el dedo a la hora de la cena.

La semana pasada me quemé otro dedo al plancharme el pelo. Estaba peinándome cuando de repente recordé algo que me turbó y solté la plancha. La recuperé en el aire, con la mala suerte que la agarré por el lado que plancha. Me quedé mirando el aparato anonadada, hasta que note el calor, y otra vez la piel burbujeando, reventando grados centígrados.

Ayer reparé en ellos, en que no he sentido dolor en ninguno de estos casos, solo un poco de susto al ver la sangre o las ampollas, la hinchazón tal vez es lo que más me asustó. Miré mis dedos. Están llenos de cortes. Tengo dos uñas rotas. Y haciendo una pequeña inspección corporal descubrí varias magulladuras y un diente roto.

Así que ahora voy a tocar la bombilla, la luz, a ver si realmente no siento dolor, y si no lo siento, quiero ver si soy capaz de resistir el instinto de supervivencia y así retirar la mano cuando yo desee.

Dicen que el dolor avisa del peligro, es una alarma del cuerpo para evitar la muerte.

Yo veo la muerte como la única salida, tal vez por eso no siento dolor.

Ya no siento dolor, así que, ¿qué puede pasar?

Allá voy.

miércoles, 6 de mayo de 2009

MIEDO A MÍ MISMA

Sorpréndeme con una palabra.

Sorpréndeme con una situación.

Sorpréndeme con una nueva aspiración.

Sorpréndeme con un nuevo plan...un nuevo grupo de música, una película genial de cine independiente, una llamada, un cuadro, un libro, un vídeo de youtube, una mala respuesta, un gesto, un concierto, una revista, una nueva droga de diseño ibicenca, un chico guapo, un paseo por la playa, una conferencia de Juan José Millás, una cerveza, el nombre de un nuevo artista multidisciplinar, una pregunta, una apuesta...

Pero no dejes que me aburra.

No dejes que mi alma vuelva a ese letargo que me hunde a finales de semana en una espiral cuyo centro es la lujuria y lo deshonroso.

martes, 5 de mayo de 2009

JUDITH



Entré en el cuarto de Clara, resuelto a decirle todo lo que pensaba de aquella noche, todo lo que había sentido y aún sentía, loco de rabia por haberme equivocado una vez más en mi relación aparentemente exitosa con las mujeres.

La encontré tirada en la cama, con las piernas desnudas sobre la pared y la cabeza colgando, mientras leía un libro de arte. Se giró y sonrió. El aire me traía humo y una canción inocentona de los carpenters.

Aún con la sonrisa en los labios me enseñó de lejos una fotografía del libro. Era un cuadro que representaba la muerte de Holofernes a manos de Judith.

-Y mira este otro, es la secuencia del ojo de un perro andaluz, pero fotograma a fotograma. Este libro es la hostia, también trae fragmentos de Justine, de Sade.

Se envolvió en el libro, segura de que mi presencia allí era habitual y no extraordinaria. Yo olvidé conscientemente la razón de mi visita, dispuesto una vez más a dejarme llevar por esa personalidad que mezclaba lo cruel con lo divino, la música clásica con la electrónica, lo inocente y lo perverso, la diversión nocturna con la limpieza psicoanalítica del espíritu.

Mi droga era ahora Clara, conocerla y buscar una rutina junto a ella era un reto.

TIJERAS



Sentía que todo perdía sentido, y el nudo en la garganta era tan grande como su bañera, estaba tan lleno de agua como su bañera.

Gala no entendía para qué había venido a este mundo, no lo entendía. Lo intentaba, no lo entendía.

¿Para qué estudiar una carrera? ¿Para qué tener una pareja? ¿Para qué portarse bien con la gente? ¿Para qué poner al mal tiempo buena cara? ¿Para qué estudiar idiomas? ¿Para qué ser tenaz, trabajadora? ¿Para qué quedar con los amigos? ¿Para qué ir al teatro, al cine, a la ópera, a un museo, a un concierto, a un recital de poesía, a un happening, a una manifestación?¿Para qué la cultura? ¿Para qué atesorar cosas?

Desde que era pequeña, siempre había hecho las cosas bien, lo había hecho con voluntad, todo: estudiar, leer, incluso gustar a los chicos.

Y la única resulta era la ignorancia total: ni las mejores notas, ni las mejores tertulias, ni los mejores trabajos (si tenía trabajo) y por supuesto, nada de amores.

Solo le quedaban los demás.

Los demás.

Los demás, esos que se apiadaban de ella, que comentaban lo perfecto que sería cuando en el futuro empezase a triunfar y un hombre perfecto llegase a su puerta. Esa gente que opinaba lo divertida y culta que era. Y se sostenía, porque alguno de los demás le importaban, incluso le importaban más que los desastres de su vida.

Y ahora que se encontraba sola, en el infierno de la impotencia, se metía en una bañera y empezaba a llorar, mientras cogía lo único afilado que tenía a mano, unas tijeras de uñas, las abría y se las clavaba deliberadamente en la muñeca izquierda, mientras gritaba de soledad, rabia, impotencia por el ser que se ha ido, que nunca supo de ella en toda su magnitud.

Gala era capaz de ver con lucidez y distancia la escena que estaba protagonizando, era capaz de discernir lo patético de su intento de suicidio, que se parecía más a una rabieta. Pero necesitaba una salida, y la única posible era ésa, quitarse la vida. ¿Por qué no probar? Nada dolería tanto como esa sensación de vacío lleno de angustias e imposibles.

Empezaba a marearse y a teñir el agua. Sumergió los brazos y se tranquilizó un poco. La única pena que tenía era no poder ver la cara de los demás cuando la encontraran.

Los demás.

lunes, 4 de mayo de 2009

LAURA O LA PERCEPCIÓN DE LAS COSAS

Mientras todas hablaban con la exaltación propia que dan los cotilleos, Laura comenzó a abstraerse. Sentada en aquel enorme macetero que hacía las veces de banco en la puerta de la vinoteca, empezó a doblar las piernas en posición fetal e imposible, mientras se llevaba la copa de vino a los labios. Ya era la segunda, con lo cual la felicidad y la melancolía se mezclaban.

Sin embrago, no era eso lo que sacó a Laura de su actitud amigable y social. Al fondo de su mirada, vio entrar en un portal al chico del que todos hablaban. Sus amigas le miraron, saludaron, y se dirigieron entre ellas una significativa mirada, pero Laura asistió a todo el proceso: sacó la llave nervioso, abrió la puerta con fingida naturalidad y no se molestó en cerrarla tras él, la dejó caer.

El sonido de la puerta al cerrarse activó en el cerebro de Laura movimientos rápidamente lentos. ¿Y si en realidad ese chico no estuviera medio loco? ¿Y si su problema no era una familia desestructurada, un padre irresponsable, un abuso compulsivo de las drogas? Creyó por un momento que su problema era la hipersensibilidad, la percepción excesiva de las cosas, los acontecimientos, la vida en su transcurso natural, con sus cosas buenas y malas, pero que, en su mente, resultaban difíciles de digerir y le llevaban a tener comportamientos violentos, iracundos, irracionales. Sintió pena por él, pero no la pena rodeada de asco que sentían los demás, sino una infinita, myultiplicada por el vino, y casi agradecida. Si el problema de ese chico era su hipersensibilidad, el mundo era un lugar mejor. Sonrió. Gracias a ese razonamiento, los pecados de Laura también quedaban disculpados, también eran causa de la hipersensibilidad. Sus lágrimas de los jueves eran en realidad su desahogo ante el dolor de vivir.

Intentó volver a la realidad de sus amigas, pero no pudo. El vino le daba dolor de cabeza.

CONEXIONES NEURONALES


Las conexiones matemáticas del universo a estudiar son complejas, ecuaciones con más de diez incógnitas, con solución solo algunas, que se estudian en diversas universidades, en la áreas de psicología, física, matemáticas, filología, medicina.


Son conexiones que recuerdan a redes de movimiento, sin necesidad de cabos atados, si bien, el estudio de esas conexiones varía de un momento a otro del tiempo.


Un universo de solo 24, insistimos, imperfectos y efímeros, por lo menos a los ojos de los parámetros que nosotros manejamos.


¿Existe un ser superior creador de este universo, que se escape de los factores fisiológicos? Solo dios y el tiempo solucionarán las dudas que los profesionales plantean.Mientras, yo me vuelvo loca y escribo,

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo

escribo...

domingo, 3 de mayo de 2009

PALACIO DE LA ALJAFERÍA, ZARAGOZA, ESPAÑA


(patio de un palacio árabe, con un jardín parecido a los de la Alhambra, pero rodeados de arcos polilobulados. Entran por la derecha un grupo de ancianos liderados por una guía turística cuyo gusto en el vestir resulta nulo: pantalones violetas a manchas, jersey gris, anorak granate y pañuelo naranja al cuello. El final del grupo lo forman dos chicas jóvenes, de 23 años. Una es Elsa, la otra Loreto. Mientras la guía habla, ellas, en susurros, se hacen con el centro de la escena)


ELSA- Corre, corre, ponte ahí debajo, que te hago una foto con los arcos polilobulados.


LORETO- ¡No nos va a dar tiempo!Mira que el grupo se va ya...(El grupo de ancianos con guía hortera comienza a hacer mutis por la puerta de la izquierda)


ELSA- ¡Que sí, coño! Tú ponte.(Elsa da la espalda al público con la cámara en la mano mientras Loreto corre al fondo de la escena, debajo de los arcos polilobulados, y posa)


LORETO- ¿Así? Joder, qué pelos. Es que el aire en esta ciudad...(Se toca el pelo mientras hace un mohín coqueto)


ELSA- Sí, el aire es horrible. ¡Hala! ¡Ya está!


LORETO- ¡Pero si me estaba peinando! ¡Mira qué cara!


ELSA- Sí, pero ¿Y los arcos? ¿No han quedado bonitos los arcos?


LORETO- Sí, pero corre, que nos perdemos de la ancianidad y su guía.


(Se van corriendo, casi brincando, y finalmente también ellas hacen mutis por la izquierda)

ARTRÓPODO MODUS


Sube por mi pierna doblada, como una abeja que se alza suavemente. Descubre mi vientre destapado, peludo de vello solo visible por la luz que agradece la ventana. Para mí es algo tenue, para el artrópodo imaginario es cegadora.
El humo que respiro y aspiro tiene alma animal de insecto. Busca comida en mis pulmones, sin preocuparse por el peligro de la incursión, porque se alimenta de mí pero también me marea.
Al girar la cabeza el insecto desaparece y empiezo a ver a Miguel, en el mismo proceso que yo, aunque tal vez él imagine una salamandra, pegajosa, indestructible, que sube también por su pierna flexionada para coronar las ascensión sacando la lengua desde la rodilla.
El techo me devuelve las sombras de humo. Imagino que ahí fuera sólo hay humo, que hemos cambiado de siglo, que somos obreros descontentos en plena industrialización decimonónica, los únicos que hemos reparado en la esclavitud a la que nos están sometiendo. Pero nunca acabarán con nuestro talento. Por eso estar aquí, en la habitación, sin hacer nada, es el mejor manifiesto y la mayor prueba de nuestra naturaleza bohemia. Fuera solo chimeneas, negras, todo negro y gris...
Vuelvo a la realidad y me siento peor aún. Al alzar la cabeza miro al insecto y advierto que ha cambiado de muda “Mierda, siempre me lo pierdo, ahora tendré que buscarlo en la wikipedia.” Es lo único malo de tener esqueleto externo, que para poder crecer tienes que deshacerte de tu viejo caparazón. Nosotros sin embargo tenemos una estructura permeable.
Vine aquí para evangelizar, para demostrar al mundo sus propias posibilidades, para moverme entre estas calles de la capital del arte. Pero me encontré con ellos. Eran indios pieles rojas completamente apóstatas, así que mi biblia naïf resbaló sobre sus corazones herejes, que sin embargo fueron capaces de ver el potencial que llevo dentro, así que me acogieron bajo su ala, me enseñaron el inmobilismo y me mostraron el mundo de los insectos, convencidos de la verdad de Kafka. Ahora veo a Gregorio Samsa por todos lados. A veces me siento mal por no aprovechar mi estancia aquí. Por no mandar las instancias necesarias para tener voluntad.