En un universo montado de manera casera en su habitación, Laura gravita suavemente. Está rodeada de bombillas, cortes en las manos, insectos, copas de vino a medio llenar, billetes de cinco euros, tijeras dispuestas a rasgarle, a violarle las venas de las muñecas. Observa anonadada cómo todo flota a su alrededor, y pide a cada segundo que esa sensación de sorpresa que la entretiene de su pesar dure eternamente.
La narradora, tan asombrada como ella, no da con la respuesta a esa falta de gravedad.
domingo, 28 de junio de 2009
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