sábado, 22 de enero de 2011

un hombre serio

Ya estábamos acostumbrados a aquellos fenómenos. Quiero decir, era una casa antigua, nunca había sido reparada, ningún profesional había entrado allí y en realidad el único que había instalado y reparado todo aquello era yo con algún amigo avezado en el tema. Porque en realidad, ¿qué tiene de raro abrir un grifo y que el agua salga roja y espesa? Pues será que la tubería tiene una fuga y se mezcla con barro, yo que sé, déjalo correr un poco y ya se aclarará ¿no?

Bueno, la casa es y ha sido siempre antigua, y siempre ha pertenecido a la familia, y algunos antepasados vivieron siempre allí, y, lógicamente, murieron allí. Así que según todo el mundo, la casa está encantada.

Y es verdad que pasan cosas raras, aunque nosotros ya estamos acostumbrados. Por ejemplo, mi hija dice que lo que sale del grifo es sangre. A veces se oyen pasos, o incluso suele haber poltergeist, cosas que se mueven y se estrellan contra las paredes. Lo bueno es que normalmente esos fenómenos o apariciones no se manifiestan a los que legítimamente somos de la familia, sólo a los invitados. Lo malo de ello es que cuando venimos no tenemos muchas visitas. Aún recuerdo algún amigo que huyó despavorido por haber visto espectros en el pasillo o incluso porque, según él, en su habitación se estaba llevando a cabo un funeral, y que sobre su cama había un cadáver.

Varios amigos de mis hijas han venido a pasar fines de semana a la casa y cuentan que, de noche, se despiertan por el frío, y descubren a una señora intentando quitarles las sábanas. Sin embargo, a los que somos de la familia, nos arropan. Aunque yo, por suerte, nunca me he despertado en mitad de la noche, porque si abro los ojos y me encuentro a una señora desconocida, sea fantasma o no, velando mi sueño, me muero de miedo.

Lo más molesto es el hecho de que haya cosas que desaparezcan, sobre todo las llaves del coche, ya que, no sé si lo he dicho, la casa está en mitad de la nada, alrededor solo hay campo. También es verdad que los perros ladran y aúllan con bastante pesadez, pero eso ya está solucionado: el veterinario me dio unas gotas que, echadas en el pienso, duermen a los perros al poco rato.
Mi mujer, que no es de la familia, tuvo también varios incidentes allí antes de nuestra boda, y es que mi familia siempre ha sido muy conservadora, es normal, que alguien, de una generación tan anterior a la nuestra, se escandalice por culpa de las relaciones prematrimoniales. Pero, bueno, según nos casamos, la dejaron en paz, solo le dieron otro pequeño susto un día que la pobre estaba cocinando y al abrir el horno salió una bandada de murciélagos.

Cuando hicimos la piscina descubrimos una posible explicación: había varios cadáveres enterrados en el jardín. Yo me quedé aterrorizado por la cantidad de papeleo que ello supondría, pero las niñas comenzaron a contar en el colegio que debajo de su casa de veraneo había un cementerio indio y que los espíritus atacaban a los foráneos. A mí esto me hizo mucha gracia. La única que no estaba muy contenta era mi mujer, porque este macabro descubrimiento supuso la paralización total de las obras de la piscina, y bastante duro era ya no poder traer amigos como para encima no poder bañarse durante el duro verano castellano.

Cuando mi hija la mayor empezó la carrera, empezó a hacer amigos interesados en temas muy variados, que si uno tenía un grupo punk, que si otro era sobrino de Pitita Ridruejo, que si aquel se había intentado suicidar… En fin, la pobre venía de un colegio un poco aburrido y aquello de la facultad de letras la tenía maravillada. Llego un día diciéndome que el padre de un amigo suyo era parapsicólogo, y que estaba muy interesado en nuestro caso y en nuestra casa, que le gustaría investigar más. Mi mujer dijo que sí, que estaba invitado a venir a vernos cuando quisiera porque a ella esto de los postergueis, como ella los llamaba, la traía por la calle de la amargura. AL final mi hija invitó a su amigo y a su padre a tomar el café.

Cuando aquel hombre –alto, serio, rubio y con barba recortada, dientes blancos, bien vestido y con una libreta para tomar notas- entró en nuestro salón, pude sentir el suspiro de alivio de mi mujer en la nuca. Era un hombre serio, era el hombre serio que ella llevaba esperando desde que conoció la casa de campo de mi familia, desde que me conoció a mí y desde que los murciélagos anidaban en el horno. Aquel hombre, Guillermo Del Cuellar, pasó la tarde entrevistándonos sobre los fenómenos paranormales que se sucedían en la siniestra casa de campo. La que antes respondía era mi mujer, como si tuviera cierta urgencia:

-Verá, Guillermo, en realidad no hacen nada –decía ella- pero son molestos. Son muy molestos. Lo ponen todo perdido, desaparecen cosas, dejan su cadáver por cualquier lado. Y además, es que esa gente no puede ser feliz Guillermo, no puede ser feliz, almas en pena… ¿Qué quieren? ¿Por qué están ahí, todo el día? ¿Les ha quedado algo pendiente en esta vida?

-Estoy completamente de acuerdo con usted, Cristina, esos espectros sufren, sufren porque tienen que cumplir una misión que les atormenta y que no alcanzan a realizar. A veces se trata de avisar de algún mal, a veces necesitan dejar algo en orden y son incapaces de reconocer a su familia o al destinatario de un mensaje.

-Tampoco alcanzo yo a cocinar, cuando les da por meter cosas en el horno.

-Bueno, a mí lo que me interesa saber es la naturaleza de esas apariciones o manifestaciones. ¿Es uno o son varios?

-Es uno- respondí.

-Son varios- respondió mi mujer.

-Bueno, eeeeeeeeh, ¿y son comunicativos, es decir, buscan el diálogo, dando golpes con algún tipo de pauta, escribiendo en las paredes o incluso hablando?

-No- dije yo.

-Sí, sí lo son, muy comunicativos- miré perplejo a mi mujer, como si acabara de descubrir una infidelidad con alguien del más allá, a lo que ella añadió-. Hombre, a los invitados les quitan las sábanas para que se vayan, eso muy sutil no es ¿no? Quiero decir, dejan claras sus intenciones.

-Está claro que estamos hablando de un caso muy violento y muy extremo, cosas que pasan de manera evidente, agresiva tal vez. Espectros que no atacan a la propia familia, sino que la defienden… En fin, creo que nos encontramos ante uno de los casos más llamativos e importantes de la parapsicología del siglo XXI. Podríamos decir que ustedes, su caso, inaugura un siglo que esperamos cargado de nuevas historias y, sobre todo, de muchas respuestas ante lo sobrenatural. -Aquel hombre hablaba muy bien.- ¿Sería posible pasar una noche en esa casa? Llevaría mi equipo para intentar captar psicofonías y demás aparatos para medir la temperatura o los cambios en el campo electromagnético, bueno, para medir los parámetros básicos que nos atestiguan la existencia de algo paranormal. ¿Qué les parece?

Mientras yo intentaba reflexionar, mi mujer dijo que sí con la cabeza y le dijo que no hacía falta que llevara él nada, que ya llevaba ella toallas y cosas y que si quería algo en especial que se lo dijera y que podían pasar allí el fin de semana estudiando fantasmas y cosas y que ya le pasábamos a buscar el viernes a las cuatro de la tarde y que a las cinco y media ya estábamos en la casa. Luego le acompañó hacia la puerta preguntándole su opinión sobre los exorcismos y que si creía que en nuestro caso iba a ser necesario. Yo me puse un poco triste porque empezaba a intuir la intención de mi mujer de eliminar a los fantasmas, y la verdad es que estaba empezando a cogerles cariño, porque, bueno, no dejaban de ser de la familia.

El viernes pasamos a buscar a Guillermo por su casa, y por el camino nos iba contando algunas historias asombrosas en las que había participado. Incluso nos confesó que, si las cosas salían como él esperaba, podía llegar a publicar nuestra historia en una revista, que nuestra casa se convertiría en punto de peregrinación, y que deberíamos tener paciencia con la prensa, pero que él estaría allí para asesorarnos, que no nos preocupásemos. También nos dijo que igual tenía que encerrarse en alguna habitación él solo, para entrar en contacto directo, a pesar de que no era médium, y que si al final eso ocurría no debíamos interrumpirle, oyéramos lo que oyéramos, por el bien de los resultados. “Qué hombre tan valiente” murmuró mi mujer, y yo la verdad me sentía un poco celoso.

Cuando llegamos a la casa parecía un día de fiesta. Mi mujer preparó café, las niñas aprovechaban para estar un poco al aire libre y aprovechamos para conocer un poco más a Guillermo. Al poco rato cenamos e incluso nos alegramos un poco, habíamos llevado vino. Tras tomar el postre, a las diez y media, Guillermo se puso muy serio y dijo que había llegado el momento de trabajar. Nos explicó que iba a conectar diferentes grabadoras de infrasonidos en las habitaciones preferidas de los fantasmas para que funcionaran a lo largo de la noche, y el otro aparato en el pasillo, dada su condición estratégica en mitad de la casa, para ver si había cambios ambientales. Él pasaría asimismo la noche en el pasillo. Las niñas se acostaron inmediatamente sin mostrar ningún signo de temor.

Cuando recorríamos el pasillo para ayudar a Guillermo en sus quehaceres, pasó algo extraño. La temperatura bajó súbitamente y pudimos ver perfectamente cómo una figura se formaba al fondo del pasillo. Primero traslúcida y luego cada vez más opaca, comenzó a avanzar hacia nosotros. Yo la verdad que pasé miedo porque era la primera vez que veía un fantasma. Estábamos petrificados. Estiró la mano hacia nosotros, y en ese momento, Guillermo se dio la vuelta y echó a correr. Llegó al recibidor gritando, abrió la puerta y salió corriendo, campo a través. El fantasma se desvaneció y mi mujer y yo corrimos hacia la ventana de la cocina. Vimos a aquel hombre desaparecer entre la penumbra, y nunca más volvimos a saber de él. Ni siquiera del artículo que nos había prometido publicar.

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