domingo, 3 de mayo de 2009

ARTRÓPODO MODUS


Sube por mi pierna doblada, como una abeja que se alza suavemente. Descubre mi vientre destapado, peludo de vello solo visible por la luz que agradece la ventana. Para mí es algo tenue, para el artrópodo imaginario es cegadora.
El humo que respiro y aspiro tiene alma animal de insecto. Busca comida en mis pulmones, sin preocuparse por el peligro de la incursión, porque se alimenta de mí pero también me marea.
Al girar la cabeza el insecto desaparece y empiezo a ver a Miguel, en el mismo proceso que yo, aunque tal vez él imagine una salamandra, pegajosa, indestructible, que sube también por su pierna flexionada para coronar las ascensión sacando la lengua desde la rodilla.
El techo me devuelve las sombras de humo. Imagino que ahí fuera sólo hay humo, que hemos cambiado de siglo, que somos obreros descontentos en plena industrialización decimonónica, los únicos que hemos reparado en la esclavitud a la que nos están sometiendo. Pero nunca acabarán con nuestro talento. Por eso estar aquí, en la habitación, sin hacer nada, es el mejor manifiesto y la mayor prueba de nuestra naturaleza bohemia. Fuera solo chimeneas, negras, todo negro y gris...
Vuelvo a la realidad y me siento peor aún. Al alzar la cabeza miro al insecto y advierto que ha cambiado de muda “Mierda, siempre me lo pierdo, ahora tendré que buscarlo en la wikipedia.” Es lo único malo de tener esqueleto externo, que para poder crecer tienes que deshacerte de tu viejo caparazón. Nosotros sin embargo tenemos una estructura permeable.
Vine aquí para evangelizar, para demostrar al mundo sus propias posibilidades, para moverme entre estas calles de la capital del arte. Pero me encontré con ellos. Eran indios pieles rojas completamente apóstatas, así que mi biblia naïf resbaló sobre sus corazones herejes, que sin embargo fueron capaces de ver el potencial que llevo dentro, así que me acogieron bajo su ala, me enseñaron el inmobilismo y me mostraron el mundo de los insectos, convencidos de la verdad de Kafka. Ahora veo a Gregorio Samsa por todos lados. A veces me siento mal por no aprovechar mi estancia aquí. Por no mandar las instancias necesarias para tener voluntad.

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