martes, 5 de mayo de 2009

JUDITH



Entré en el cuarto de Clara, resuelto a decirle todo lo que pensaba de aquella noche, todo lo que había sentido y aún sentía, loco de rabia por haberme equivocado una vez más en mi relación aparentemente exitosa con las mujeres.

La encontré tirada en la cama, con las piernas desnudas sobre la pared y la cabeza colgando, mientras leía un libro de arte. Se giró y sonrió. El aire me traía humo y una canción inocentona de los carpenters.

Aún con la sonrisa en los labios me enseñó de lejos una fotografía del libro. Era un cuadro que representaba la muerte de Holofernes a manos de Judith.

-Y mira este otro, es la secuencia del ojo de un perro andaluz, pero fotograma a fotograma. Este libro es la hostia, también trae fragmentos de Justine, de Sade.

Se envolvió en el libro, segura de que mi presencia allí era habitual y no extraordinaria. Yo olvidé conscientemente la razón de mi visita, dispuesto una vez más a dejarme llevar por esa personalidad que mezclaba lo cruel con lo divino, la música clásica con la electrónica, lo inocente y lo perverso, la diversión nocturna con la limpieza psicoanalítica del espíritu.

Mi droga era ahora Clara, conocerla y buscar una rutina junto a ella era un reto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario