martes, 5 de mayo de 2009

TIJERAS



Sentía que todo perdía sentido, y el nudo en la garganta era tan grande como su bañera, estaba tan lleno de agua como su bañera.

Gala no entendía para qué había venido a este mundo, no lo entendía. Lo intentaba, no lo entendía.

¿Para qué estudiar una carrera? ¿Para qué tener una pareja? ¿Para qué portarse bien con la gente? ¿Para qué poner al mal tiempo buena cara? ¿Para qué estudiar idiomas? ¿Para qué ser tenaz, trabajadora? ¿Para qué quedar con los amigos? ¿Para qué ir al teatro, al cine, a la ópera, a un museo, a un concierto, a un recital de poesía, a un happening, a una manifestación?¿Para qué la cultura? ¿Para qué atesorar cosas?

Desde que era pequeña, siempre había hecho las cosas bien, lo había hecho con voluntad, todo: estudiar, leer, incluso gustar a los chicos.

Y la única resulta era la ignorancia total: ni las mejores notas, ni las mejores tertulias, ni los mejores trabajos (si tenía trabajo) y por supuesto, nada de amores.

Solo le quedaban los demás.

Los demás.

Los demás, esos que se apiadaban de ella, que comentaban lo perfecto que sería cuando en el futuro empezase a triunfar y un hombre perfecto llegase a su puerta. Esa gente que opinaba lo divertida y culta que era. Y se sostenía, porque alguno de los demás le importaban, incluso le importaban más que los desastres de su vida.

Y ahora que se encontraba sola, en el infierno de la impotencia, se metía en una bañera y empezaba a llorar, mientras cogía lo único afilado que tenía a mano, unas tijeras de uñas, las abría y se las clavaba deliberadamente en la muñeca izquierda, mientras gritaba de soledad, rabia, impotencia por el ser que se ha ido, que nunca supo de ella en toda su magnitud.

Gala era capaz de ver con lucidez y distancia la escena que estaba protagonizando, era capaz de discernir lo patético de su intento de suicidio, que se parecía más a una rabieta. Pero necesitaba una salida, y la única posible era ésa, quitarse la vida. ¿Por qué no probar? Nada dolería tanto como esa sensación de vacío lleno de angustias e imposibles.

Empezaba a marearse y a teñir el agua. Sumergió los brazos y se tranquilizó un poco. La única pena que tenía era no poder ver la cara de los demás cuando la encontraran.

Los demás.

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