jueves, 14 de mayo de 2009

LA PUPILA

La pupila comenzó a dilatarse a través del poco espacio que les separaba.

Espectáculo y espectador. Situación y confidente. Secreto y voyeur.

El cine no da esos momentos de morbo tan drásticos. En el teatro todo es pacto. Aquí lo único que les unía era la rendija por la que miraba y por la que ellos, de haberlo sabido, habrían podido observar la pupila dilatante, amenazada por la sorpresa.

¿Qué es lo que realmente afectó a su anatomía ocular?¿La impresión lumínica tras el apagón o la escena sin continuidad que se presentaba ante ella? Como un cuadro, en el que nada se mueve, en el que todo está quieto para que ella pudiera grabarlo en la retina.

Y de repente, el movimiento. Una alerta corporal le avisó que la escena ya estaba grabada (Ctrl.+G) y podía desviar la mirada. Todo gracias al meneo de una pelusa enorme, que pendía del cielo, y que a pesar de su suavidad hizo que uno de los personajes rematara la escena. Lanzó el martillo contra un cuadro que resultó ser una colección de mariposas. Alfileres e insectos descuartizados esparcidos por la habitación. Liberados de su jaula de cristal y corcho, se mecían muertos.

Ella aprovechó el momento para escapar, ya había saciado su curiosidad, ya comprendía las cosas, ya tenía una imagen más para sus sueños de noche de tormenta.

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