miércoles, 13 de mayo de 2009

HARRISONGS



Clara había heredado algo de la familia de su padre. Aparte de su pelo rizado y la colocación de sus dientes, encontraba un rasgo afín con ellos. Sabía cuando iba a bajarse su moral hasta el infraterreno, sabía cuando su cuerpo iba a rechazar el ritmo para hundirse en un letargo de autolamentación. Y lo sabía por un síntoma ineludible.

Su padre, antes de entristecer, empezaba a ver la suciedad que le rodeaba. Tocaba los platos con asco, miraba las paredes con los ojos entornados, y preguntaba a todo el mundo por si ellos también lo percibían. En esos momentos, Clara empezaba a temblar, ante la hecatombe de ver a su padre desmoronarse. Algo peor que verse en la pobreza, algo casi peor que sentirse sola, algo peor que la hormonación propia de la regla, era ver a su padre llorar.

Clara vivía en la inmundicia desde que Rubén estaba en su vida, no tenía tiempo para molestarse en limpiar, así que siempre -triste, alegre, abúlica, divertida, aburrida...- lo veía todo sucio. Su cuerpo -su cerebro- se había adaptado de otra manera para que la depresión no llegara por sorpresa. Empezaba a escuchar canciones de George Harrison.

Llevaba tres días viendo vídeos del Beatle silencioso. Algunos de los momentos más importantes de su vida se correspondían con canciones, pero nunca de George Harrison. Sin embargo, ver su figura sílfica en la pantalla del ordenador le acercaba a épocas que no había conocido y que venían llenas de nostalgia.

Mientras sale del baño en toalla escucha “My sweet lord”. A la hora de estudiar tararea “I got my mind set on you” y mientras decide si salir o no este viernes terrorífico en el que no sabe si emborracharse, oye “All those years ago”, llorando por los amigos muertos que nunca tuvo.

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